lunes, 12 de octubre de 2009

A veces da miedo abrir los ojos, porque por ahí los abris y ves todo mal y eso es lo que en verdad da miedo, los cambios. Como un chico que juega a las escondidas tapandose los ojitos creyendo que asi no lo ven. Uno a veces cierra los ojos como si asi fueran a desaparecer los problemas, como si muerto el cartero fueran a desaparecer las cartas feas. Uno se hace el perro que tumbo la hoya como si el dolor que siente no existiera. Uno detesta y ama a ese espejo o a esa persona que te canta las cuarenta, uno detesta y ama a quien abre tus ojos. Abrir los ojos es agridulce. Por un lado, como que se pierde la magia, pero por el otro... se sale del engaño. A veces lo que tenemos que ver es tan horrible, que preferimos vivir en una cajita de cristal y otras veces la burbuja se pincha, y no queda otra que abrir los ojos y mirar lo que no queremos ver. El corazón se nos estruja y nos quedamos sin aire, ahogados. Duele abrir los ojos. Es como salir de la oscuridad, que la luz te enceguece. Ojos que no ven, corazón que no siente. Mejor mirar para otro lado, dicen. Pero para que algo cambie hay que romper la burbuja, hay que salir de la cajita de cristal.

Abrir los ojos y animarse a ver, aunque lo que haya para ver nos estruje el corazón

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